En esos años era muy joven e ingenua. Por cuestiones de trabajo me había mudado a la gran ciudad, vivía sola, había alquilado un departamento de un ambiente, era chiquito y caluroso. Desde mi ventana se podía ver la placita de enfrente, tenía dos mesas y banquitos, todo adosado al piso y también algunos árboles frondosos que dotaban al lugar de una frescura increíble. Eran días de mucho calor, los sábados, domingos y cada vez que podía me sentaba en la placita y me quedaba hasta el anochecer.
Una tarde al llegar a la placita observe que había un hombre anciano sentado, me senté en la otra mesa. Cuando estaba por irme, el hombre se acercó y dijo
-Buenas tardes, ¿Le molesta si me siento a su mesa?
- No respondí, un poco desconfiada.
Luego el continuo;
-Hace unos días que la estoy observando y veo como la plaza la inspira y conmueve su alma, yo solía hacer lo mismo cuando era joven, me sentaba en esta misma plaza y no pensaba en nada, solo me gustaba estar aquí, amaba esta plaza. Mi corazón estaba vacío por eso, me atrevo a pensar que su corazón también lo está. Este lugar puede ser ideal para llenar su corazón y así dejar volar su imaginación y con el alma positiva, tal vez pueda encontrar el sentido de su vida, encontrar el amor y expresar sus deseos y fantasías a través de la palabra escrita.
Se levanto y poniéndose el sombrero dijo:
- bueno,ya me voy, no olvide seguir a su corazón,-. Luego se fue caminando, despacito rumbo a la avenida apoyándose en el bastón.
Recuerdo haber pesado que era uno de esos hombres solitarios que solo se dedican a dar consejos sin conocer el verdadero sentir de la gente.Sin prestar demasiada atención a mí alrededor seguí sentada en la plaza. Se había levantado un poco de viento , me pare para ir a mi departamento cuando observe que en el banco donde había estado sentado el anciano había unas hojas amarillentas, una lapicera y una piedra arriba, lógicamente supuse que era para que no se volaran. De puro curiosa, me acerque y vi que no tenían nada escrito, y estaba a punto de tirarlas cuando sentí un deseo irrefrenable de escribir mis sueños y mis fantasías, así escribí todo lo que venía a mi mente, sin saber realmente que había ocurrido. A la tarde siguiente, fui nuevamente a la plaza pretendiendo escribir, pero como se había acabado la tinta de mi lapicera, compre otra pero ya me fue imposible escribir no se me ocurría nada, entonces elegí el camino más fácil tiré todos mis escritos en el cesto de la plaza. Y ya no volví a escribir mis sueños ni mis fantasíasDespués de muchos días volvió el anciano y sonriente pregunto nuevamente si podía sentarse.-: si, dije resignada.Permaneció en silencio.Luego, casi por instinto pregunté:- ¿Ud, dejo olvidadas unas hojas y una lapicera la ultima vez que nos vimos?- Si, respondió, ¿por qué me lo pregunta, Ud, las encontró?- Casi las tiro pero luego sentí que debía escribir mis sueños y mis fantasías, pero cuando se acabo la tinta de su lapicera, compré otra pero ya no pude escribir nada más, mi mente quedo en blanco.- Es natural, respondió. No importa el medio por el cual nos expresemos lo importantees que no lo dejes guardado en tu corazón sino que puedas expresarlo y si no es con palabras escritas será que tal vez debas expresarte por medio de tu voz. Luego se despidió y se fue.Al quedarme sola pensé que estaba un poco loco, a juzgar por lo visto, vistiendo con, traje y sombrero, pasados de moda en pleno verano y dándome consejos que nadie le había pedido, como si formara parte de mi vida y yo no lo conocía ni siquiera sabía su nombre. Por un tiempo no volví a sentarme en la plaza.
Hasta que un día, buscando en los saldos de libros elegí uno cualquiera, ni siquiera vi el titulo, para leer en mis vacaciones, sentada en la plaza. Volví a la plaza dispuesta a leer el libro, estaba tan compenetrada en la lectura que no vi al que se sentó detrás de mí. Cuando me di cuenta pensé, zas, ¡el viejo otra vez!Estaba en esos pensamientos cuando una voz, que no era la que esperaba me dice:¿Me puedo sentar?, me di vuelta, era un hombre joven y no estaba nada mal.- Claro, dije un poco sorprendida y algo turbada.- Soy Luís, veo que estas leyendo mi libro- ¡Tu libro!, respondí extrañada- Si, soy escritor o eso era hasta que escribí ese libro, volqué todos mis sentimientos en el, y luego me sentí vació sin nada en mi corazón.Entonces mientras lo escuchaba, recordé las palabras del anciano y me escuche decir:-Quizás terminó tu tiempo de escribir y a partir de hoy comienza una nueva etapa donde puedas expresar tus sentimientos con tu voz.- quizás tengas razón, dijo sonriente, tal vez hoy nuevamente pueda abrir mi corazón.- espero que así sea, respondí mirándolo fijamente.El volvió a sonreír y sin dejar de mirarme me extendió su mano y dijo:-¿Caminamos?- Bueno, dije olvidando el libro sobre la mes. Y apatir de ese día ya no nos separamos. A veces lo notaba extraño, cansado. Una tarde, sentada en la plaza mi pie choco con algo en el suelo, miré era mi libro, no podía entender como había permanecido allí tanto tiempo sin deteriorarse, estaba intacto. Pero había una página señalada con una rosa, la abrí había una leyenda escrita sobre las hojas del libro que decía textualmente; Gracias por darle sentido a mi vida, luego decía:
- mira la contratapa. Di vuelta el libro, allí estaba la foto de un anciano, era el de la plaza, el autor del libro. No entendía nada.Luego una foto ajada por el tiempo cayó sobre la mesa, la mire y era Luís, o eso creía, porque tenía puesto un traje antiguo y un sombrero.También estaban las hojas amarillentas escritas con mis sueños y fantasías. Guardé el libro en mi cartera y cruce a mi departamento, dispuesta a pedir una explicaciónCoherente,El no estaba, no estaban sus cosas, ni tampoco el libro en mi cartera, solo había una nota sobre la mesa, en ella decía:
- perdóname por todo nunca quise hacerte sufrir, al principio te vi. tan sola que solo quería que cumplieras tus sueños pero, luego me enamore, sentir que no te gustaba tal cual era cambie mi aspecto pero mi cuerpo cansado ya no resistía, porque tengo muchos años encima, muchos más de los que podes imaginar. Por eso te dejo, no puedo arrastrarte a mi vida ni vos te podrías adaptar a la mía. Auque me duela el alma debo decirte adiós mi amor.Mis piernas y mis manos temblaban, no podía ni siquiera llorar, tenia sentimientos encontrados.
Deje la nota sobre la mesa y me serví un vaso de agua, cuando volví la nota ya no estaba.Mire por la ventana, la plaza estaba vacía. A la semana siguiente me mudé. Cuando se fue el camión de mudanzas, cerré la puerta y miré la plaza, seguía vacía, suspire aliviada, se había terminado la locura. Subí a mi auto y antes de doblar en la esquina mire por el espejo retrovisor y vi al anciano Luís, saludándome a lo lejos, rápidamente doble y huí despavorida.