Marcos
Hay una leyenda que se escucha por mi barrio que cuenta la tristeza de un joven que jamás hallo el amor porque estaba tan ansioso por encontrarlo que en su desesperación al no hallar la mujer de sus sueños, perdió la ilusión y como consecuencia de su desesperación decidió quitarse la vida. Se decía que su nombre era Marcos y que había dejado su Venecia natal en busca del amor pero, a pesar de su juventud, se lo veía triste, cabizbajo. Todas las tardes salía a caminar, se sentaba en la plaza y escribía poemas hasta que el sol se ocultaba, luego volvía y se encerraba en su cuarto. Pero una mañana las cortinas salpicadas de muerte se movieron con la primera brisa tibia de primavera, un rayo de sol se reflejo sobre la medalla de oro, que descansaba inerte, sobre su torso de piel bronceada iluminando los parpados detrás de los cuales se ocultaban los ojos azules. Su mano derecha, indiferente, fría y demacrada oprimía un puñal. Su mano izquierda descansaba, roja, sobre las sabanas de satén azabache. Un río de sangre se trazaba sobre el piso y una carta de amor nadaba en el hacia la deriva.
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